jueves, 19 de marzo de 2009

El aprendizaje en la escuela està determinado no sòlo por el contenido de los programas

La escuela, al estar inmersa en un contexto social determinado, recibe influencias de diversos tipos, tanto a nivel de la sociedad como de grupos sociales específicos con los que se relaciona directamente. Puede decirse que desde los primeros grados de escolaridad las relaciones sociales dominantes dejan sentir su presencia al establecer las bases para “legitimar” la diferenciación que se manifiesta entre la enseñanza que se imparte en las escuelas públicas y aquella que se proporciona en las escuelas privadas. Esta situación se refuerza con los diferentes estímulos a que se somete a los niños según sea el entorno socioeconómico y cultural en el que se desenvuelven los distintos grupos sociales en los que se ubican las familias de los educandos; así, el modo de vida, el tipo de relaciones que se establecen entre los grupos sociales y al interior de cada familia y el marco cultural prevaleciente tienen repercusiones directas en el aprovechamiento escolar.


Por lo tanto, el aprendizaje en la escuela está determinado no sólo por el contenido de los programas, los libros y el material de apoyo, sino por un marco de referencia más amplio, concretamente la situación de clase de los individuos, la cual depende de la posición que tiene cada uno de los grupos sociales en la estructura socioeconómica de la sociedad.

Por ello, pretender que los niños obtengan un mejor aprovechamiento en la escuela no sólo implica la revisión del programa escolar. Sustituir acríticamente un contenido por otro supuestamente más actualizado y “moderno” e introducir novedosas tecnologías educativas no permiten por sí solas elevar el aprovechamiento escolar si el proyecto académico se elabora en forma abstracta, aislada de las circunstancias sociohistóricas en las que se desenvuelven los actores del proceso enseñanza-aprendizaje.

Se trata en todo caso de una tarea más amplia y compleja que involucra al medio social y particularmente, el ámbito familiar del niño, pues es en la familia donde se adquieren las primeras nociones sobre la naturaleza y la realidad social inmediata y se crean o modelan las actitudes y expectativas frente a la vida y ante los demás sujetos sociales. Es también en la familia en donde se facilitará u obstaculizará la labor del maestro según sea el tipo de apoyo intelectual, emocional y material que reciba el niño de sus familiares.

Aun cuando aquello que se aprende, transmite o desarrolla en casa (conocimientos, actitudes, habilidades) pudiera aparecer poco vinculado con el aprendizaje formal o escolarizado, tal bagaje intelectual y cultural así como la experiencia adquirida está, sin duda, determinando el éxito o fracaso del educando en el aula. El tipo de apoyo que la familia brinda para el reforzamiento de los contenidos educativos, a su vez, condicionado por el nivel socioeconómico y cultural de los padres o de quienes tienen a su cargo la orientación y apoyo para el cumplimiento de las tareas y demás actividades escolares.

Dada la deteriorada situación económica de la mayoría de la población y su estrecho marco sociocultural, es muy frecuente que en el seno familiar no se proporcione la ayuda adecuada a los niños para mejorar su aprovechamiento escolar. Estos enfrentan en su vida cotidiana diversas carencias materiales y la imposibilidad de que los padres auxilien a los hijos en sus tareas escolares y en la resolución de las dudas surgidas en el salón de clases. Esto último se debe a que muchos padres son analfabetas o analfabetas funcionales, considerados estos últimos dentro de un amplio espectro que abarca a quienes habiendo o no concluido la enseñanza básica la olvidaron por desuso y a aquellos que no obstante haber concluido estudios básicos e incluso la enseñanza media, tienen un bagaje cultural muy limitado. De ahí que el rendimiento considerado en términos de éxito o fracaso en la escuela, está determinado no sólo por el contenido de la enseñanza y su mayor complejidad, ni por la “aptitud personal” del niño para el estudio, sino por la situación familiar en cuanto a los aspectos económicos, sociales y culturales, mismos que, como ya se han visto, tienen repercusiones directas en el aprendizaje de los educandos.

Ciertamente, como decía Durkheim, la forma como se educa a un individuo no puede ser otra que aquella que le demanda la sociedad en la que está inmerso. Empero, lejos de lo que planteaba este autor, cuyo análisis positivista de la educación encierra una posición ideológica profundamente conservadora, debemos conocer en forma objetiva y precisa el tipo de influencia que la escuela, el educando y el mismo educador reciben de la sociedad en general y de los contextos socioeconómicos y culturales específicos. Sólo así podremos orientar los cambios sociales pertinentes que hagan posible elevar la calidad de la educación que se imparta. De no ser así, podemos seguir con reformas educativas sexenales que no podrán conseguir el mejoramiento sustancial de la educación a pesar de ver en ella, aunque erróneamente, el medio para proporcionar al hombre mejores condiciones de vida.

Los planteamientos durkheimianos respecto a la necesidad de la diferenciación educativa atendiendo a la pertenencia a una determinada clase social, no obstante su carencia de sentido revolucionario, cuestionan de entrada y desde su misma trinchera ideológica, la pretendida homogeneización, igual de oportunidades y la democratización de la educación proclamada por el Estado mexicano en los distintos regímenes políticos.

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