sábado, 16 de febrero de 2008

Contenidos básicos, prioritarios o indispensables

El avance de la cibernética nos ha llevado hasta estos espacios impersonales y tan atractivos desde donde uno puede decir y comentar sobre aspectos interesantes de la práctica docente, vaya pues un humilde pero sincero reconocimiento al Dr. Gregorio Razura por la gran preocupación hacia la profesionalización de la función docente en la zona 18, para mis compañeros un saludo muy afectuoso desde aca , wwwelmatematico43.blogspot.com

En la educación secundaria se abordan ciertos contenidos básicos que son instrumentos de programación de los aprendizajes en las diferentes áreas. Se presentan como contenidos prioritarios o indispensables, elaborados atendiendo a los siguientes criterios:
Propósitos curriculares.
Transversalidad
Correspondencia con el grado
Tiempo programado
Relevancia del contenido y
Factibilidad de evaluación.

En términos curriculares, las dificultades que se observan en la educación se centran en el deficiente desarrollo curricular en los siguientes aspectos:
Programación de los aprendizajes
Formación y capacitación del personal docente
Acompañamiento y seguimiento del proceso educativo

Las tareas que se deben de proyectar estarán orientadas a la socialización de los contenidos con todos los actores de la educación, en particular con los maestros y maestras.

Se tendrán que desarrollar acciones de acompañamiento para la elaboración de los planes de clase en base a esos contenidos. Se deberá orientar la formación y capacitación docente a fin de lograr un dominio cabal de los contenidos y de las estrategias metodológicas para su manejo en el proceso de enseñanza-aprendizaje procurando el logro de la calidad de la educación, centrándose en los aprendizajes de los alumnos y alumnas.

Gracias totales.

viernes, 1 de febrero de 2008

Contenidos Curriculares


Los contenidos curriculares se refieren a aquello que explicitamente la escuela se propone enseñar.

Todo lo que puede ser aprendido en la escuela, puede ser enseñado intencionalmente.

"Todo aquello que ocupa el tiempo académico"

"El conjunto de saberes o formas culturales cuya asimilación y apropiación por parte de los alumnos se considera esencial para el desarrollo y socialización"

Tres tipos de Contenidos Curriculares:

Los Contenidos Conceptuales: se refieren a hechos, conceptos y teorías que configuran los diferentes campos del conocimiento, sistematizados y organizados para explicar objetos o fenómenos. estos contenidos implican un "saber qué".

Los Contenidos Procedimentales: Estrategias, habilidades, reglas, técnicas, métodos, que se emplean para producir el conocimiento en cada una de sus áreas o para operar sobre objetos y conceptos. Lo que se pretende con los contenidos procedimentales es que el estudiante aprenda a llevar a cabo las acciones requeridas para conseguir una meta propuesta. Estos contenidos implican un: "saber cómo".

Los Contenidos Actitudinales: Se constituyen en aquellos conjuntos de aprendizaje que intentan activar y movilizar las estructuras socioafectivas de los estudiantes.
Están conformados por:

Valores: principios o ideas éticas que permiten a las personas elaborar juicios sobre la conducta humana y su sentido.

Actitudes: tendencias o predisposiciones estables de las personas a actuar de cierta manera.

Normas: patrones o reglas de comportamiento a seguir en determinadas situaciones que obligan a todos los pertenecientes a un grupo social.

Estos contenidos implican: "saber ser o sentir".

EL PROYECTO ESCOLAR

PROYECTO ESCOLAR
LOS PROCESOS EN LA ESCUELA

Objetivo: Conceptuar la práctica escolar como el ámbito educativo en el que se expresan muy diversas construcciones ideológicas y culturales de carácter pedagógico, político y social; que repercuten sobre la práctica docente y sobre la calidad de los aprendizajes, generando diversas problemáticas.

Modulo I.
Introducción

Ante las actuales demandas que la sociedad ha impuesto a la educación, se encuentran el derecho a la participación en la toma de decisiones que atañen al proceso formativo de la niñez; así como a los contenidos de enseñanza; de esta manera son llevados a la mesa de debates aspectos tan importantes como los valores, los estudios del género y el ejercicio del poder, entre los más importantes.

El proyecto escolar representa en la actualidad la alternativa metodológica que puede facilitar el análisis y discusión colectiva en torno a estos aspectos tan importantes para el logro de una educación de calidad, de carácter democrático, y que facilite a su vez la participación y la equidad.

RUIZ, del Castillo Amparo. “Educación y Ambiente Sociocultural” en: Crisis, Educación y Poder en México. Cap. II De Plaza y Valdés, México 1992 pp. 15-53.
EDUCACIÓN Y AMBIENTE SOCIOCULTURAL

1. Clase social, contexto cultural y aprovechamiento escolar

La escuela, al estar inmersa en un contexto social determinado, recibe influencias de diverso tipo, tanto a nivel de la sociedad como de grupos sociales específicos con los que se relaciona directamente. Puede decirse que desde los primeros grados de escolaridad las relaciones sociales dominantes dejan sentir su presencia al establecer las bases para “legitimar” la diferenciación que se manifiesta entre la enseñanza que se imparte en las escuelas públicas y aquella que se proporciona en las escuelas privadas. Esta situación se refuerza con los diferentes estímulos a que se somete a los niños según sea el entorno socioeconómico y cultural en el que se desenvuelven los distintos grupos sociales en los que se ubican las familias de los educandos; así, el modo de vida, el tipo de relaciones que se establecen entre los grupos sociales y al interior de cada familia y el marco cultural prevaleciente tienen repercusiones directas en el aprovechamiento escolar.

Por lo tanto, el aprendizaje en la escuela está determinado no sólo por el contenido de los programas, los libros y el material de apoyo, sino por un marco de referencia más amplio, concretamente la situación de clase de los individuos, la cual depende de la posición que tiene cada uno de los grupos sociales en la estructura socioeconómica de la sociedad.

Por ello, pretender que los niños obtengan un mejor aprovechamiento en la escuela no sólo implica la revisión del programa escolar. Sustituir acríticamente un contenido por otro supuestamente más actualizado y “moderno” e introducir novedosas tecnologías educativas no permiten por sí solas elevar el aprovechamiento escolar si el proyecto académico se elabora en forma abstracta, aislada de las circunstancias sociohistóricas en las que se desenvuelven los actores del proceso enseñanza-aprendizaje.

Se trata en todo caso de una tarea más amplia y compleja que involucra al medio social y particularmente, el ámbito familiar del niño, pues es en la familia donde se adquieren las primeras nociones sobre la naturaleza y la realidad social inmediata y se crean o modelan las actitudes y expectativas frente a la vida y ante los demás sujetos sociales. Es también en la familia en donde se facilitará u obstaculizará la labor del maestro según sea el tipo de apoyo intelectual, emocional y material que reciba el niño de sus familiares.

Aun cuando aquello que se aprende, transmite o desarrolla en casa (conocimientos, actitudes, habilidades) pudiera aparecer poco vinculado con el aprendizaje formal o escolarizado, tal bagaje intelectual y cultural así como la experiencia adquirida está, sin duda, determinando el éxito o fracaso del educando en el aula. El tipo de apoyo que la familia brinda para el reforzamiento de los contenidos educativos, a su vez, condicionado por el nivel socioeconómico y cultural de los padres o de quienes tienen a su cargo la orientación y apoyo para el cumplimiento de las tareas y demás actividades escolares.

Dada la deteriorada situación económica de la mayoría de la población y su estrecho marco sociocultural, es muy frecuente que en el seno familiar no se proporcione la ayuda adecuada a los niños para mejorar su aprovechamiento escolar. Estos enfrentan en su vida cotidiana diversas carencias materiales y la imposibilidad de que los padres auxilien a los hijos en sus tareas escolares y en la resolución de las dudas surgidas en el salón de clases. Esto último se debe a que muchos padres son analfabetas o analfabetas funcionales, considerados estos últimos dentro de un amplio espectro que abarca a quienes habiendo o no concluido la enseñanza básica la olvidaron por desuso y a aquellos que no obstante haber concluido estudios básicos e incluso la enseñanza media, tienen un bagaje cultural muy limitado. De ahí que el rendimiento considerado en términos de éxito o fracaso en la escuela, está determinado no sólo por el contenido de la enseñanza y su mayor complejidad, ni por la “aptitud personal” del niño para el estudio, sino por la situación familiar en cuanto a los aspectos económicos, sociales y culturales, mismos que, como ya se han visto, tienen repercusiones directas en el aprendizaje de los educandos.

Ciertamente, como decía Durkheim, la forma como se educa a un individuo no puede ser otra que aquella que le demanda la sociedad en la que está inmerso. Empero, lejos de lo que planteaba este autor, cuyo análisis positivista de la educación encierra una posición ideológica profundamente conservadora, debemos conocer en forma objetiva y precisa el tipo de influencia que la escuela, el educando y el mismo educador reciben de la sociedad en general y de los contextos socioeconómicos y culturales específicos. Sólo así podremos orientar los cambios sociales pertinentes que hagan posible elevar la calidad de la educación que se imparta. De no ser así, podemos seguir con reformas educativas sexenales que no podrán conseguir el mejoramiento sustancial de la educación a pesar de ver en ella, aunque erróneamente, el medio para proporcionar al hombre mejores condiciones de vida.

Los planteamientos durkheimianos respecto a la necesidad de la diferenciación educativa atendiendo a la pertenencia a una determinada clase social, no obstante su carencia de sentido revolucionario, cuestionan de entrada y desde su misma trinchera ideológica, la pretendida homogeneización, igual de oportunidades y la democratización de la educación proclamada por el Estado mexicano en los distintos regímenes políticos.


2. Estructura escolar y aprendizaje

A menudo cuando se plantean reformas a la educación, la atención se centra en los contenidos y métodos de enseñanza. No obstante, determinar en forma unilateral que es lo esencial de los conocimientos existentes y cómo deben impartirse es una tarea que resulta la mayoría de las veces ineficaz, puesto que los educandos no los aprenden como debieran ya que les resultan poco significativos para su mundo cotidiano.

Es más asistir rutinariamente a la escuela no representa en sí la oportunidad para que los educandos hagan uso de su capacidad de raciocinio, reflexión y análisis, ni la posibilidad de aprender a relacionarse críticamente con su mundo circundante. En realidad, los objetivos implícitos y explícitos que buscan cumplírsela asistir a la escuela como una exigencia socialmente impuesta poco tienen que ver con el proceso crítico y creativo que significa la adquisición, construcción y aplicación del conocimiento como un objetivo que debería ser esencial para el sistema educativo. Sin embargo, muchos padres sólo ven en la escuela la perspectiva de que los hijos consigan un salario, una “chamba” segura, casa confortable y otras comodidades que supuestamente podrán alcanzar mediante la obtención de certificados de estudios, títulos o grados universitarios.

En este sentido, poco habría que discutir en relación con los contenidos y métodos de enseñanza y sí mucho respecto a los objetivos educacionales que se formulan a lo largo de la estructura escolar, desde el nivel elemental hasta el universitario.

Nos interesa destacar la importancia del sistema escolar en el proceso de aprendizaje ya que el estudiante, independientemente del nivel en el que se encuentra, aprende no sólo de los contenidos programáticos, sino que todos los elementos que rodean al proceso educativo se convierten en mensajes cognoscitivos o afectivos que en ocasiones resultan más significativos para la formación intelectual y emocional que las clases de historia o matemáticas aprendidas mecánicamente y que no despiertan un interés real en los alumnos.

En efecto, en tanto que la sociedad se erige sobre bases organizativas determinadas por estructuras jerárquicas, formas de dominación y relaciones de poder, el aparato escolar responde a esta misma organización. En este sentido, poco puede hacerse mediante la modificación de contenidos y métodos de enseñanza si la base sobre la que descansa el trabajo escolar sigue funcionando con esquemas tradicionales, rígidos, poco creativos y, fundamentalmente, autoritarios.

Los objetivos de la educación, en el supuesto de que ésta se orientará hacia la liberación del hombre y el desarrollo real de todas sus potencialidades, serían la modificación de sus esquemas mentales y de sus actitudes ante la vida de manera que la memorización del conocimiento diera paso a la generación del mismo; que la aplicación mecánica de fórmulas y técnicas establecidas se sustituyera por la crítica de los conocimientos existentes y la elaboración de otros como un proceso natural y no sólo como algo destinado a mentalidades “superiores”. En suma, que el estudiante se encuentre en condiciones tanto de aprender sistemáticamente como de producir conocimientos con el objeto de aplicarlos en la transformación de su mundo circundante.

Empero, en tanto que los contenidos se transmiten en forma mecánica y ahistórica, el estudiante se ve obligado a recordar datos y hechos que le resultan inoperantes para explicar su realidad inmediata y cotidiana. No comprende que para hacer la historia se requiere conocer lo que ha ocurrido previamente; peor aún, no se siente parte de la historia porque todo parece ya hecho y, por lo tanto, no se compromete ni con el estudio ni con su realidad inmediata.

A estas deficiencias debemos agregar que las visiones limitadas, burocráticas y esquemáticas de quienes se encuentran al frente de las instituciones educativas dan al traste con cualquier innovación que pretenda introducirse en la enseñanza.

Se ponen obstáculos a cualquier iniciativa que provenga de los maestros, de los alumnos, y de quienes participan indirectamente en el proceso enseñanza-aprendizaje, para transformar contenidos y métodos de enseñanza que permitan lograr una mejor formación intelectual y emocional de los estudiantes.

En estas circunstancias enseñar a los alumnos a pensar puede significar para ciertos grupos y personas un peligro que no se debe permitir ya que pone en riesgo las formas tradicionales de autoritarismo y ejercicio del poder. Los estudiantes son sometidos muchas veces a discursos que carecen de sentido, resultan inconexos y confusos, aunque se encuentren aparentemente envueltos en un ropaje de veracidad y sapiencia. Con esto se confunde al niño o al joven, quienes llegan a creer que la falta de claridad y coherencia proviene de sus propios esquemas mentales que les impiden comprender correctamente los contenidos, fórmulas, conocimientos, métodos, etcétera, que les son transmitidos en las aulas.

Podría pensarse que estos patrones de enseñanza sólo se presentan en la burocracia estatal enquistada en la educación, pero no es así. Paralelamente a la enseñanza impartida en las instituciones oficiales, se ha desarrollado todo un aparato que va desde el preescolar hasta el universitario controlado en forma privada y en donde los servicios educativos asumen más claramente la calidad de mercancía, en tanto que el receptor paga un precio por consumirlos.
De esta manera, al mismo tiempo que la iniciativa privada forma algunos de los cuadros que necesita, de acuerdo a sus intereses y a su propia ideología, invierte parte de su capital en escuelas privadas como un buen negocio, ya que busca obtener elevadas ganancias como un fin prioritario, pasando a segundo término los objetivos propiamente educativos que toda institución escolar, aun las privadas, deben asumir como un compromiso social.

En las escuelas privadas los programas innovadores responden a las exigencias más claramente definidas por el capital, a la reproducción y respeto fiel de la ideología dominante por lo que cualquier cuestionamiento proveniente tanto de los profesores como de los padres de familia es eliminado mediante diversas formas coercitivas o francamente represivas.

La iniciativa, imaginación y creatividad de los maestros puede limitarse o definitivamente ser anulada por parte de quienes dirigen la institución y con ello el alumno pierde también la oportunidad de usar su capacidad crítica, analítica e imaginativa para recrear el conocimiento y convertir su proceso de formación intelectual en una aventura apasionante.
La dirección de las instituciones escolares bajo criterios burocráticos, esquemáticos, utilitaristas y mediocres representan un costo social muy elevado para la población. La influencia que ejercen dichas instituciones en la educación de los niños puede atrofiar significativamente su inquietud innata por el conocimiento, así como su creatividad.

La inadecuada dirección de las escuelas, insistimos, da al traste con cualquier intento de innovar e introducir cambios significativos en los contenidos y métodos de enseñanza. Aquí resulta válido el señalamiento que hiciera María Montessori “para educar al niño de manera distinta, para salvarlo de los conflictos que ponen en peligro su vida síquica, es necesario en primer lugar un paso fundamental, esencialísimo, del cual depende todo el éxito: y es el de modificar al adulto” (El Niño, el secreto de la infancia, p. 37).

En la escuela los niños están sometidos a una serie de estímulos que repercuten significativamente en su aprendizaje y que se expresan tanto en el contenido de la enseñanza como en las formas organizativas y en la estructura administrativa de las instituciones escolares, las cuales en ocasiones resultan nefastas para los pequeños. En efecto, “en la escuela el niño no se ve expuesto únicamente a experiencias destinadas a beneficiarle, sino también a otras que sirven principalmente para beneficiar a la burocracia. Esto crea tensión, una tensión de la que se resienten el niño y su educación. Los pequeños acusan estas tensiones aunque al principio sean demasiado jóvenes para darse cuenta de ellas”.(Bruno Bettelheim y Karen Zelan, Aprender a leer, p. 14).

En tanto que los niños no sólo aprenden del contenido programático de los cursos, sino de las actitudes y formas de comportamiento de los adultos, las situaciones que reseñamos (el mercantilismo y la falta de interés por la formación integral de los niños) se reflejan en toda la estructura organizativa del centro escolar afectando el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ejemplo, en muchas escuelas privadas se pone en conocimiento de los niños que no tendrán derecho a exámenes finales si sus padres no están al corriente de las colegiaturas, generando con ello inseguridad e inquietud que repercuten en el aprendizaje.

Las críticas a la escuela producidas en la década de los 60 siguen vigentes y las instituciones educativas son un lugar nocivo para los niños cuando en ellas se transmite la peor parte de los elementos que conforman una sociedad: el individualismo, la falta de honestidad, la mediocridad, el abuso y el lucro como formas de vida implícita o explícitamente asumidas.


3. La escuela y la familia, ¿enseñan a vivir?

Con frecuencia se ha señalado la importancia que tiene el hogar en la formación del niño. Los hábitos y costumbres, así como las formas de socialización, de conocimiento y relación con el mundo que lo rodea se adquieren en el seno familiar y se refuerzan, amplían o modifican en el aula, de manera que la escuela y el hogar deberían concebirse como un todo integrado para orientar el desarrollo intelectual y emocional de los individuos.

Empero, en una sociedad diversificada y dividida en clases, enviar a los niños a la escuela puede ser ciertamente una opción y es posible que elegir la escuela esté sujeto a la decisión de los padres al plantearles disyuntivas y una amplia gama de posibilidades de elección entre un método de enseñanza u otro, o bien obligarlos a sujetarse a lo que les ofrece el gobierno para acceder al sistema educativo o tener cancelada esta última opción por la precaria condición económica familiar.

Lo que es sorprendente es que en charlas de especialistas en psicología familiar y orientación a padres, tanto en instituciones públicas como privadas se siga otorgando una importancia decisiva a la imagen de la madre y se le asigne la mayor responsabilidad en la formación de los hijos, considerando explícita o implícitamente la figura paterna como accesoria de la vida familiar. Se refuerza así la ideología machista que contribuye a mantener las relaciones sociales dominantes.

Reivindicar la figura paterna y el derecho de los hombres a ser considerados como humanos y no como seres todopoderosos, es proponer una relación más digna con la mujer y con ellos mismos y establecer un trato igualitario, cordial y solidario con la pareja y con la sociedad en su conjunto.

Ello será indudablemente de gran riqueza formativa para los hijos y permitirá avanzar en la creación de una sociedad en la que educar a un niño sea responsabilidad conscientemente asumida y compartida entre la pareja y la escuela. De esta forma contribuiríamos también a cerrar la brecha a veces tan profunda entre la escuela y la vida familiar, ambas podrían conjugarse un futuro más seguro para nuestros hijos en esta su carrera por la vida.


4. necesidades físicas y psíquicas del niño y sus repercusiones en la escuela

“En México, señala un informe de la Cruz Roja Mexicana, nacen cada año 2 millones 200 mil niños y de éstos, 100 mil mueren antes de cumplir cinco años de edad y un millón sobrevive con defectos físicos y mentales debido a insuficiencias alimentarias. De los 46 millones de mexicanos minusválidos, enfermos, indigentes o desprotegidos totales que existen en el país, 20 millones presentan un grave déficit en el consumo de calorías y proteínas. De ese total de mexicanos, 17 millones se encuentran en las zonas rurales y 5 millones en los cinturones de pobreza de las grandes ciudades.

Estos y otros datos proporcionados por las llamadas instituciones de salud así como por otras dependencias en relación con la situación que vive en la actualidad la niñez nacional y mundial y el agravamiento de los problemas que padece llevan a suponer que nos hemos acostumbrado a mirar con indiferencia los problemas de la infancia y a escuchar con beneplácito el discurso que se pronuncia en torno a la “preocupación” de las autoridades de salud, de educación, etcétera “por el futuro de la niñez, sobre la cual descansa el destino de la nación”. No nos percatamos que este discurso encierra en el fondo un uso político de la niñez en beneficio de la imagen y la legitimidad estatal, en menoscabo de las medidas concretas para atender las necesidades de la población infantil en los diversos aspectos: salud, educación, vivienda y alimentación.

El utilitarismo, el economicismo y las condiciones sociopolíticas de un país determinan visiones o concepciones de o que es la escuela, para qué sirve y cómo debe organizarse no sólo internamente, sino la función social que está llamada a cumplir y el papel que le toca jugar en el desarrollo socioeconómico.

De ahí que cuando nos cuestionamos para qué enviamos a nuestros hijos a la escuela en pocas ocasiones podamos responder que lo hacemos para que aprendan a vivir, para que cuenten con instrumentos necesarios para hacer uso de su capacidad de reflexión y puedan optar por una vida mejor, sin que ello esté cargado del utilitarismo y del sentido económico que implica la expectativa de los estudios profesionales como preludio de un buen empleo.

Al responder a la pregunta debemos, pues, plantearnos la distinción entre aprender u obtener conocimientos y prepararse para la vida. La falta de conciencia de padres y maestros sobre este segundo aspecto, así como las características socioeconómicas y políticas de la sociedad que alientan la competencia y el consumismo, han hecho que se pierda ese sentido original de la escuela presente en algunas corrientes pedagógicas que lo tenían claramente establecido: a la escuela se debe ir con el propósito de formarse para la vida.

Preparar a los niños no significa sólo adiestrarlos para el trabajo, sino prepararlos para la vida a fin de que enfrenten los retos que ésta les plantea de modo que puedan alcanzar una madurez intelectual y emocional que les permita enfrentar los retos las vicisitudes que surgen en la convivencia diaria y puedan resolver satisfactoriamente las disyuntivas entre vida y muerte en sus diferentes formas: droga o salud, contaminación o preservación ecológica, entre otras.

Enseñar a vivir no se circunscribe sólo al medio escolar, sino que tiene también su raíz en el ámbito familiar y en las oportunidades que ofrece la misma vida social en su conjunto, pues es ésta la que proporciona las pautas para que la organización familiar funcione de determinada manera y se le asigne a cada miembro una determinada tarea.

Señalamos una cuestión que no debe dejarse de lado en estas reflexiones: derivado de la existencia de la sociedad machista y orientada hacia la conservación de la imagen masculina como fuerte, audaz, inteligente e imaginativa, y considerando al hombre como jefe, proveedor y responsable de la manutención de la familia, no sorprende que apenas se haya escrito acerca de la importancia de la participación activa del padre en la educación de los hijos, en la que se resalte la dimensión humana, sensible, susceptible al error, a la debilidad o quebranto del padre.

Así, los niños que son tan importantes para nuestra sociedad se encuentran en realidad desprotegidos y nuestra nación, orgullosa de su independencia, ve amenazada a ésta no sólo por la vía de la deuda externa ni por el peligro de invasión de fuerzas extranjeras, sino por la desprotección en que ha dejado a su niñez.

Cada vez es más frecuente la presencia de problemas de diversa índole en los niños. Empero, no hacemos referencia sólo a problemas asociados con deficiencias nutricionales o padecimientos de carácter físico exclusivamente. Se trata de aquellos relacionados con el desarrollo emocional o psíquico de los niños y que tienen distintas manifestaciones en el ámbito escolar.

De este modo, aumenta el número de instituciones públicas y privadas que se encargan de corregir problemas de aprendizaje, dislexias, falta de atención, concentración o retención, así como problemas de conducta, malformaciones de carácter, etcétera, que se expresa posteriormente en dificultades para lograr el aprendizaje.

La cuestión fundamental es que, a pesar de las bondades inmediatas, estas instituciones se abocan a la solución de problemas y se descuida la prevención de los mismos, como ocurre precisamente con las llamadas instituciones de salud.

No obstante que la atención y el cuidado del niño son responsabilidad fundamental de la familia en la que nace y la cual le toca proveerlo de los elementos necesarios para que el niño viva en sociedad, este compromiso rebasa el ámbito familiar y es compartido por las instituciones educativas, por el estado y por la sociedad en su conjunto.

Todas ellas influyen en las características del ambiente en el que se desarrolla el niño, los estímulos a los que está sujeto su comportamiento y su desarrollo intelectual.

Del entorno en el que el niño se desenvuelve depende, pues, su estabilidad emocional y psíquica y , por ende, el desarrollo de su personalidad y el aprovechamiento de sus capacidades físicas e intelectuales.

Naturalmente este ambiente abarca no sólo la presencia de satisfactores físicos: comida, abrigo, etcétera, sino que incluye la parte afectiva y de comprensión del desarrollo psicológico del niño que permitirán conocer mejor sus etapas evolutivas y la problemática que enfrenta en su contacto con el mundo y que en muchas ocasiones escapa a la vista de padres, tutores y personas que tienen contacto con el infante en el medio familiar y escolar.

Con frecuencia se piensa que el desarrollo del niño es estable y lineal. Por ello se le exige respeto al orden y las normas establecidas por los adultos, así como que responda mecánicamente a los mandatos y necesidades de éstos.

Sin embargo, el desarrollo del niño tiene su tiempo, sus propios ritmos y exigencias particulares que no se satisfacen exclusivamente por la vía material, sino que se expresan en el plano psicológico y afectivo, lo que con bastante frecuencia olvidamos, pero que también son determinantes para el desarrollo del individuo.

Padres y maestros, sobre quienes recae principalmente la formación del niño, deberíamos ser, por tanto, investigadores infatigables de esas etapas de crecimiento del niño, descubridores insaciables de ese mundo infantil que dista mucho de la fantasía que nos hemos forjado los adultos respecto de él y que nos resulta a veces desconocido, pero a la vez apasionante cuando intentamos comprenderlo.

Esta investigación debe hacerse con la mente del adulto, pero con los ojos del niño, ajustándonos precisamente a las necesidades de éste y no imponiendo los criterios del adulto; pensando en el niño del presente, ese que tenemos ahora frente a nosotros y de cuyas exigencias e imaginación también dependemos, aprendemos y nos lleva a transformarnos como adultos, como padres y educadores.

La preocupación por el futuro de la niñez mexicana debe centrarse pues en el mejoramiento de su ambiente presente, ajustándose y respetando los ritmos de crecimiento del niño, sus tiempos, su vida y sus necesidades por encima de las exigencias de los adultos.

La falta de comprensión por parte de padres y maestros en relación con las etapas de desarrollo del niño, el no respetar su individualidad, su independencia y sus espacios propios, genera indudablemente problemas que tienen repercusiones tanto en el ámbito familiar como en el escolar y posteriormente en el social.

Así en tanto no se modifiquen las condiciones ambientales en las que un niño se desarrolla, mientras “la preocupación por su futuro” no cristalice en el mejoramiento evidente del medio social y familiar en el que viven nuestros niños, seguiremos moviéndonos en el plano discursivo que usa al niño como instrumento y no ve en él una esperanza real para el futuro.


5. Lectura, disciplina y placer.

Leer un libro es como hacer un viaje: se empieza con entusiasmo y se termina con nostalgia. Estas palabras de José Vasconcelos ilustran la opinión del filósofo y educador con respecto a la lectura, a la cual consideraba fundamental para el fortalecimiento de la cultura.

Paulo Freire en su libro La importancia de leer y el proceso de liberación señala que la lectura de la palabra está procedida por la que se hace del mundo; la lectura de la palabra debe continuarse en la lectura de éste. Así, leer en forma crítica un texto debe permitir comprender la relación que se establece entre texto y contexto.

La importancia de la lectura no radica en el desciframiento de la palabra, sino en la comprensión de la misma. No en la memorización de aquello que trata el libro, sino en el establecimiento de las relaciones entre el contenido del mismo y el mundo que nos rodea.

Desde esta perspectiva, la importancia de la alfabetización no radica en el desciframiento e identificación de la palabra por parte del niño, o al menos no exclusivamente en ello, sino en la identificación del contenido de la palabra con el pequeño o gran mundo que lo rodea, para posibilitar de manera crítica y objetiva el análisis y comprensión de la realidad como una totalidad.

Si esto es así si la lectura de la realidad precede a la del texto y se continúa en la lectura de aquélla entenderíamos a tal actividad como una práctica de liberación de los pueblos puesto que en la enseñanza estaría presente la experiencia y la visión que el pueblo tiene de sí mismo, del mundo y de su cultura. Es decir se podría lograr la concientización sobre la realidad histórico-social en la cual participa el individuo como sujeto y objeto de la práctica de liberación.

Empero, tal como se enseña la lectura de la palabra en nuestro sistema educativo, es difícil completar el ciclo que propone Freire, porque no todo individuo que ha aprendido a leer goza con la lectura, por las deformaciones con las que se le ha enseñado y porque el sistema sociocultural induce a leer pasquines en lugar de obras literarias o de otro tipo que sirvan para su desarrollo intelectual y espiritual.

Además, con todo y que la lectura de la palabra significa una conquista para el ser humano, ésta resulta limitada si se carece de una lectura crítica del mundo o si la que se hace de éste es incompleta o deformada como ocurre con los pasquines, cuyos tirajes suman millones de ejemplares al mes en contraposición con los textos de literatura, técnicos o científicos que constan de dos a cinco mil ejemplares cada edición.

De esta manera, de acuerdo con una investigación elaborada por José Cueli, se calcula que existen aproximadamente 300 títulos diferentes para revistas populares, cuyo tiraje puede ser semanal, quincenal o mensual, algunas de estas publicaciones son clandestinas. Tienen un tiraje promedio de 10 mil ejemplares por título, lo que hace un promedio de tres millones de revistas por semana (vid José Cueli, “Vivir otras vidas”).

No obstante el analfabetismo presente, se calcula que entre 20 y 30 millones de personas ven o leen mensualmente estas revistas que circulan en escuelas y barrios marginados. Se refuerzan conductas antisociales, promueven el uso de la violencia, en especial la violencia sexual contra las mujeres, elimina valores como el amor, ternura, respeto o comunicación entre la pareja y utilizan un lenguaje vulgar o soez que deteriora aún más el nivel sociocultural de la población a la que están dirigidas (ibid).

En todo caso, nos interesa destacar la necesidad de utilizar el potencial que tienen las revistas de historietas para fines didácticos o que permitan la ampliación de la cultura del pueblo y la introducción de valores cívicos o de solidaridad con la comunidad.

Sin embargo y en tanto que la educación que recibimos corresponde a un modelo de sociedad particular en la que se reproducen las contradicciones fundamentales entre las clase sociales, la lectura no se enseña como “disciplina intelectual” como propone Freire sino como desciframiento de letras. Más grave es el problema cuando la lectura de la palabra se sustituye por la imagen y sólo se encuentra placer en aquélla cuando se acompaña de “muñequitos” que facilitan la comprensión de lo que se lee, lo cual conlleva a la vez un proceso de enajenación y hasta de idiotización.

La falta de disciplina intelectual no es sólo un problema de quienes carecen de estudios superiores, sino que aun los estudiantes universitarios en elevado porcentaje, encuentran en la lectura más un fastidio que un placer. Para muchos, es una obligación que debe cumplirse y que sólo se hace a medias, paseando la vista sobre las letras, descifrándolas, pero sin comprender el texto y el contexto que lo acompaña.

Con la lectura el individuo puede introducirse a una realidad fascinante: penetra al mundo del conocimiento científico, así como al de la imaginación y la magia en la literatura. También puede mirar la realidad cotidiana de manera distinta y compartir o discutir la lectura que hacen del mundo los diferentes autores. Gramsci plantea que el conocimiento mismo es transformador y que nunca somos los mismos después de una lectura. La importancia de ésta ha sido, pues, señalada por diversos pensadores.

Lo que interesa destacar es cómo en una sociedad como la nuestra, cuyo promedio de escolaridad es de quinto año, el acceso a la lectura y a la cultura que la acompaña es cada vez más difícil. A la falta de disciplina y gusto por la lectura se suma el elevado costo de los libros que con la crisis económica se han convertido en otro más de los productos inaccesibles para la mayoría de la población.

Sin pretender ideologizar las dificultades para acceder a la cultura expresada a través de los libros, entendemos que las limitaciones para la difusión de los mismos y la carencia de una formación humanista que se encuentra en éstos un punto de referencia para la modificación de la realidad, encaran también un trasfondo político que se encuentra asimismo en la base de la estructura económica. Para ilustrar está afirmación, parafraseando a Ray Bradbury cuya ficción está extraída de la más pura realidad: “No es extraño que los libros dejaran de venderse, decían los críticos. Pero el público, que sabía lo que quería permitió la supervivencia de los libros de historietas. Y de las revistas eróticas tridimensionales, claro, esta no era una imposición del Gobierno. No hubo ningún dictado, ni declaración, ni censura, no. La tecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo el fenómeno, a Dios gracias. En la actualidad, gracias a todo ello, uno puede ser feliz continuamente, se le permite leer historietas ilustradas o periódicos profesionales”.

En la palabra escrita se encuentra una aliada para la transformación de la sociedad cuando la lectura no se circunscribe al texto sino que lo trasciende en forma crítica. Esto permite desarrollar la imaginación, abrir los horizontes del hombre para el descubrimiento o redescubrimiento del mundo, e internarse en lo desconocido para desmitificarlo a fin de que la práctica de liberación logre su cometido: acabar con la sumisión y explotación de que son objeto las clases trabajadoras por parte de los grupos que tienen el poder económico y político.

La apropiación de la palabra escrita, la formación del hábito de la lectura como disciplina y como placer, constituyen sin duda una forma importantísima de apropiación y transformación de la cultura en el sentido más amplio del término. De manera como se inculque y fomente dicho hábito depende que leer un libro sea como iniciar un viaje como decía Vasconcelos y se convierta en proceso de liberación en términos de Paulo Freire.