sábado, 20 de noviembre de 2010

Heroínas desconocidas

1. Le llamaban la Capitana pero su nombre era Manuela Molina. Algunas crónicas señalan que era originaria de Taxco, otras la ubican en Texcoco. El grado se lo otorgó la Suprema Junta Nacional Americana -órgano de gobierno del movimiento de independencia- levantó un grupo armado y lo puso al servicio de la causa de la causa. Participó en 7 batallas, pero entre sus fines estaba conocer personalmente al cura Morelos, recorrió más de 100 leguas para llegar a su campamento expresando después de lograrlo, que podía morir gustosa aunque la despedazara una bomba de Acapulco. Logró ver consumada la independencia, y según refiere el cronista Luis González Obregón, falleció en 1822, a consecuencia de dos heridas que recibió en un combate y que la tuvieron postrada año y medio.

2. Natural de Mocorito, Sinaloa, Agustina Ramírez no fue una madre común. Durante la guerra contra la intervención francesa y el imperio de Maximiliano (1862-1867), enfrentó la muerte de su marido, pero no lo lloró, tomó valor y ofreció la vida de doce de sus hijos a la causa de la República y de Juárez. “Os los entrego, porque cuando la patria está en peligro, los hijos ya no pertenecen a los padres”, dijo en aquella ocasión. No perdió uno o dos hijos, sino los doce. Según cuenta la historia, Agustina dejó una frase para la posteridad: “¿Por qué, Dios mío, no tengo otro esposo y otros doce hijos para que continúen defendiendo a la patria del invasor?”.

3. Para una mujer, estudiar obstetricia cuando iniciaba la década de 1870 parecía un despropósito. Sin embargo, a Matilde Montoya ingresó a la Escuela de Medicina y obtuvo su título de obstetra en 1873. Comenzó a ejercer su profesión de partera con éxito. Por una enfermedad dejó la ciudad de México para instalarse en Puebla donde pronto alcanzó notoriedad, lo cual fue mal visto por los médicos varones, quienes la difamaron y calumniaron hasta que la obligaron a marcharse. Pero regresó por sus fueros. En 1880 se matriculó en la Escuela de Medicina para recibirse de médica cirujana. Las familias conservadoras la acusaban de “impúdica y peligrosa innovadora” pero nada la detuvo. En 1887, don Porfirio entregó a Matilde, el primer título de médico cirujano que se otorgaba a una mujer en toda la historia de México.

Matilde Montoya

4. Manuela de la Garza era originaria de Piedras Negras. Su férrea oposición a los crímenes del huertismo la llevó por los senderos de la revolución constitucionalista como contrabandista de armas y enfermera. En 1914, Manuela escribió una proclama incendiaria: “¿Qué más bello cuadro que esa legión de mexicanas, de abnegadas que dejan la tranquila paz de sus hogares para arrancar del borde del sepulcro al triste soldado que agoniza; y levantar sobre el cadáver de infames esclavistas cada vez más alto el estandarte del honor, y protestar con la fuerza de las armas contra los déspotas que en mala hora llegaron por una senda sembrada con cráneos de invictos paladines a usurpar la más alta investidura del poder?”. Manuela dejó la revolución en 1915, decepcionada al ver que los propios revolucionarios sacrificaban a la República luchando entre sí.

5. Conocida como la “Destroyer”, María Zavala ayudaba a bien morir a los soldados. Durante la rebelión delahuertista (1923-1924) contra el gobierno del presidente Álvaro Obregón se le veía recorrer los campos cargando hierbas de olor y recitando rezos para dar los santos óleos a los combatientes que agonizaban. Utilizaba aceites y menjurges para ungir y amortajar los cadáveres y con ayuda de algunos hombres, les daba cristiana sepultura. Los soldados lo agradecían.

María Zavala

¡Viva Zapata! ¡Zapata vive!

Por Sandra B. de Frid.

En pleno 2010, hay gente que asegura que Zapata no ha muerto, se los “dice el corazón”. “Aquí no lo supimos merecer -afirman otros-, cuando lo mataron, donde salpicó su sangre brotaron rosas”. Sí, hay quien espera el regreso del caudillo.

Hombre recio y candoroso, digno representante de la patria, Zapata es un mito viviente. Nació en Anenecuilco, un pequeño pueblo sobreviviente de la Conquista, a sólo unos kilómetros de Cuautla.

Emiliano Zapata, el noveno de diez hijos, nunca fue pobre, pero tampoco rico, pues es bien sabido que esa era una situación imposible de alcanzar. Su padre, don Gabriel, hombre tranquilo y trabajador, se dedicaba a las labores del campo. Él y su mujer, Cleofas, les dieron a sus hijos los principales rudimentos de la instrucción primaria. A Miliano le gustaba leer por las noches.

Por su talento para montar, Zapata era reconocido como charro entre charros

Por su talento para montar, Zapata era reconocido como charro entre charros

De su padre recibió una yegüita, “La Papaya”; de su abuela materna, una novilla, “La Regalada”. A los 9 años presenció dos sucesos: la destrucción de casas y huertos del barrio de Olaque y a su papá llorar ante aquello. “Padre -le dijo con voz clara y fuerte-, cuando sea grande haré que nos devuelvan nuestras tierras”.

A los 12 años, como el resto de los hijos de campesinos, comenzó a trabajar en las labores del campo. Vio desaparecer hasta los cimientos de varios pueblecillos devorados por las haciendas. Al fallecer don Gabriel, Emiliano se convirtió en jefe de familia. Heredó una pequeña propiedad y luego arrendó otra más grande donde sembró sandías y recibió buenas utilidades.

Allá por el año 1907, trabajaba como caballerango en la hacienda de Atlihuayán y en sus ratos libres, se iba a capturar caballos cerreros a los cuales amansaba hasta hacerlos “de rienda”, para luego venderlos.

Su pueblo, igual que muchos otros en Morelos, fue despojado de sus tierras por la hacienda vecina. Se organizó una comisión para pedir justicia, de la que Miliano formaba parte. Indignado ante el fracaso, convocó al pueblo incitándolos para que tomaran posesión de sus tierras. Esta fue la chispa que encendió la mecha revolucionaria.

Alto, delgado, de impecable figura. Tez morena clara. Ojos oscuros, vivos, de mirada intensa que todo lo veían y que a veces parecían a punto de derramar lágrimas. Cejas pobladas; bigotes grandes. Cabello negro. Siempre un puro entre sus dedos. Pantalón ajustado, de raya ancha: a veces roja, otras blanca; botonadura de plata y cinturón de cuero. Camisa de tela de holanda cruda con la pechera alforzada y almidonada. Chaqueta; paliacate en el bolsillo. Botines de piel de una pieza, espuelas, pistola y gran sombrero charro. Hombre de pocas palabras, cuando hablaba, era firme y tajante. Afectuoso y considerado con sus subordinados; verdugo del explotador. Ídolo, líder, defensor de campesinos y despojados. No era parrandero; enamoradizo…, eso sí. Conocedor de caballos, montaba las mejores sillas. Lazador experto, valiente torero, domador imbatible. Le gustaba el buen coñac.

Recepción de Madero en Cuernavaca organizada por Zapata, 1911

Recepción de Madero en Cuernavaca organizada por Zapata, 1911

Emiliano ganó popularidad, admiración y respeto entre viejos y jóvenes. “Me hierve la sangre de muina”, les decía al ver tanta injusticia. Tachado de bandido, desde la serranía de Ayoxustla, se propuso lanzar un Plan donde requería la restitución de las tierras a sus verdaderos dueños. Es entonces cuando los revolucionarios, fortalecidos, acosan sin cuartel a los federales. Estos últimos saquean e incendian pueblos enteros, ahorcan a los alzados, toman rehenes, violan a las mujeres.

Los zapatistas: campesinos vestidos de manta blanca, con sombreros de petate y armados con cananas y machetes, vuelan trenes. Unos a pie, otros a caballo, preparan emboscadas y, de esos golpes, logran hacerse de algunas armas de fuego. Los pueblos los proveen de información, tortillas, parque.

Zapata no quiso nada para él: honores, cargos, ni siquiera las grandes fortunas de los ricos que huían del país. Todo para su gente: “leyes parejas para pobres y ricos. Dar dignidad, hacer que la gente se sienta humana”. Odiaba la traición, la ambición, a los sinvergüenzas que sólo anhelaban el poder.

En agosto de 1911 se casó con Josefita Espejo, joven, de tez blanca y bonitas facciones. 53 guajolotes y 6 terneras se sacrificaron para la comida de bodas, a la que el novio y el padrino, Francisco I. Madero, no pudieron llegar, pues la fuerzas de Victoriano Huerta estaban tomando posesión del cerro de las Tetillas y se preparaban para continuar su avance sobre la población.

Hombre recio y candoroso, hecho de una sola pieza, vivió para recuperar las tierras de los ejidos.

El clarín tocó tres veces. La guardia parecía hacerle honores. Al extinguirse la última nota, llegó al dintel de la puerta de la hacienda de Chinameca el General en jefe sobre su alazán; los soldados descargaron dos veces sus fusiles, así, a quemarropa. Inútil la resistencia: los hombres de Guajardo, el traidor, parapetados por todas partes, descargaban sus fusiles sobre un puñado de hombres sorprendidos, consternados por la muerte de su héroe, su general.

No fue su gente la que recogió el cuerpo sin vida del ídolo. No tuvieron tiempo. El enemigo, aprovechando aquel momento de desolación, los batió encarnizadamente y ordenó que metieran el cadáver a la hacienda.

Este es el hombre generoso y astuto, firme y tajante al que le han compuesto corridos y poemas; grandes artistas lo han pintado y muchos otros lo hemos soñado

100 años después

Se considera a 1910 como el año de inicio de un movimiento político, campesino y social que reclamaba más democracia, el reparto de tierras para los trabajadores y mayores derechos laborales. Un siglo después ¿qué queda de aquellas reivindicaciones? ¿Cuál es el balance de lo conseguido y lo pendiente?
Sufragio efectivo, no reelección

La presencia de Porfirio Díaz como presidente durante buena parte de fines del siglo XIX y comienzos del XX y el sistema por el cual se elegía entonces al mandatario (sufragio indirecto) despertó los recelos de quienes reclamaban el fin del "Porfiriato" y la celebración de unas elecciones libres mediante sufragio directo y universal, así como poner fin a la reelección presidencial sin límite. La Constitución de 1917 introdujo el voto universal, y en los años '50 las mujeres vieron reconocido su derecho a votar.
Sufragio efectivo, no reelección - Cuartoscuro
Además, en México, a diferencia de otros países de la región como Venezuela, Colombia o Bolivia, no existió una reforma que abriera la puerta a la reelección del mandatario (el presidente tiene como límite un mandato de 6 años). Sin embargo, en otros niveles de gobierno, como el municipal, sí existe la posibilidad de reelección, y algo parecido sucede con los representantes en el Congreso. "Sí ha habido un debate implícito sobre el tema de la reelección, aunque no tanto a nivel presidencial", explica el historiador Francisco Javier Moreno. "Se sigue discutiendo por ejemplo a nivel de otras organizaciones, como las sindicales, donde algunos líderes llevan décadas al frente de sus organizaciones", cuenta.

¡La tierra para el que trabaja!
¡La tierra para el que trabaja! - Cuartoscuro
El movimiento campesino es quizás uno de los más representativos de la Revolución mexicana. Por entonces pedían la expropiación de las tierras y una reforma agraria que beneficiara a los campesinos en detrimento de las grandes familias propietarias.
El reparto agrario se consolidó en los años '30, bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas. Sin embargo, más tarde llegaron reformas que mitigaron aquel proceso revolucionario. La más destacada, bajo el gobierno de Carlos Salinas, cuando se modificó el artículo 27 de la Constitución. Bajo la nueva legislación se acababa con la aspiración (y hasta entonces, mandato constitucional) de dar tierra a todo mexicano que la solicitara.
"La tecnificación de la industria agrícola también trajo un nuevo tipo de propiedad de la tierra -dice Moreno-, a menudo basada en la exportación de productos a otros países, donde millones de campesinos han abandonado los campos para ir a trabajar a Estados Unidos".

Organización de los trabajadores
Organización de los trabajadores - Cuartoscuro
La naciente clase obrera mexicana trabajaba hace 100 años en industrias minera, petrolera o textil a manos de capitales extranjeros. Su revolución, de tinte anarco-sindicalista, exigía un salario mínimo, jornadas menos largas y derecho a organizarse en sindicatos, entre otras reivindicaciones laborales.
Hoy, una comisión nacional es la encargada de fijar los salarios mínimos en el país. A fecha de 2010, estos oscilan de los 54 a los 57 pesos diarios, dependiendo de la zona geográfica. Y el Sistema de Seguridad Social mexicano es uno de los más "vigorosos" de la región en servicios médicos o prestaciones sociales, según Francisco Moreno, profesor de la Universidad de Guadalajara.
Sin embargo, los trabajadores mexicanos enfrentan otros desafíos en un país con un 5.70% de desempleo que tiene firmado un Tratado de Libre Comercio con sus vecinos del norte. "Los sindicatos no son tan combativos como en Europa", dice Moreno. "Y la globalización o la importancia de la economía informal están suponiendo una amenaza a los principios revolucionarios, que no han llegado por igual a todos los estratos de la sociedad", añade.

Educación laica, gratuita, popular
Educación laica, gratuita, popular - Cuartoscuro
"Es uno de los puntos donde podríamos ser más optimistas en cuanto a la herencia de la Revolución", opina Moreno.

100 años después de la contienda, México presume de tener la universidad más grande de América Latina, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y casi el 7% del Producto Interior Bruto se dedica a la Educación. Sin embargo, el índice nacional de analfabetismo de la población adulta es aún del 7.4%. Y el propio gobierno mexicano reconoce que siguen existiendo desigualdades regionales, de género y entre grupos sociales en el ámbito de la educación.



BBC Mundo.