Viernes, 22 Agosto, 2008
Fue muy interesante escuchar a la maestra Elba Esther Gordillo en la entrevista con Carlos Loret de Mola. Me recordó cuando en las sesiones de capacitación los maestros nos defendemos y culpamos de la situación actual en educación, a la comunidad, a los padres, a las autoridades, pero no asumimos la parte que nos toca. Fue particularmente significativo el escuchar como culpa a
La líder magisterial tiene razón, pero sólo en parte. ¿Qué ha pasado con el desempeño docente?, ¿quién lo valora?, ¿cómo se determina quién trabaja bien y quién no dentro del sistema? A continuación expongo lo que acontece en este tema:
Al desempeño profesional desde hace varias décadas se ha pretendido calificar y se ha fracasado rotundamente: En cada fin de cursos se entrega a todos los docentes una ficha denominada “escalafonaria”, la cual tiene un valor de 720 puntos.
Lo lógico sería que con tanta diversidad personal, correspondiera también diversidad en la valoración de este aspecto, pues no es así. Me atrevo a asegurar que si no es 100 por ciento de los maestros en Jalisco, al menos 99 por ciento tiene la máxima calificación, pueden comprobarlo con
De esta manera, se asume que todos los maestros de Jalisco somos excelentes. Este juego se llama simulación. Algo parecido sucedió con
Es por lo anterior que yo creo que si queremos cambiar realmente el estado de las cosas que existen en el Sistema Educativo, se debe hablar claro. Ya estuvo bien de simulación. Lo peor de estas prácticas, es que los excelentes maestros —qué claro que los hay, conozco muchos— no tienen un estímulo real y merecido, ya que reciben lo mismo que el maestro que no trabaja .
Por esto, le digo a Elba Esther: si queremos superar el nivel académico ahora que inicia la cultura de la evaluación y que los resultados no nos gustan, hay que asumir nuestras culpas: el SNTE debe comprometerse y apoyar desde dentro prácticas evaluativas honestas, y no defender lo que no es defendible, y desde luego actuar cuando se compruebe que el directivo es el deshonesto.
Marìa Concepción Larios Sànchez
Milenio.com
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